. Desde el balcón del General
Como cuando Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se puso a llorar, en el Teatro Colón.
Al verse rodeado de estadistas poderosos que lo aprobaban.
Putin y Macron, Trump y la señora Merkel.
Emblema o slogan. La «integración al mundo» por el magnífico servicio de hotelería para el G-20.
El último sábado, de este invierno terrible, El Ángel volvió a conmoverse. Patriota sentimental.
Al saberse aprobado, mimado por el afecto de multitudinarios fieles. En una concentración de apoyo sigilosamente espontánea.
En el balcón del General recuperaba las ilusiones extraviadas. Justo cuando se encontraba en la depresiva lona moral.
Cuando, desde diversos costados de su fuerza golpeada, nacía la idea del post macrismo.
Para la conducción natural de los «cambistas» que permanecen en PRO, pese al colapso, de pie.
Como la señora María Eugenia, Sor Vidal, La Chica de Flores de Girondo, que reinicia su propia campaña.
Pero ya sin arrastrar la pesada cruz del Ángel por la Tercera Sección Electoral.
U Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, que puede retener el bastión del Maxi Quiosco del Artificio Porteño.
Para elevarse, junto a su aliada, y ser el jefe de la oposición a «Los Fernández».
La Doctora y Alberto, El Poeta Impopular.
Mientras se propagaba la idea del post macrismo, el Ángel persistía volteado.
Por lo que definía el palazo. La paliza. Inesperadamente recibida en la elección más inútil de la historia, cliquear. Las (malditas) PASO.
Pero de pronto, entre los altibajos, emerge el turno de la euforia.
Gracias a los convencidos que lo vivaban, que gritaban que aún «se podía».
Desde el balcón del General, el Ángel sentía de nuevo la ambición, las ganas de vencer.
Se agrandaba, volvía la sed de poder y el explícito deseo de revancha.
El proyecto perverso de enredar al volteador, Alberto, y a la volteadora, La Doctora. Ambos atrapados entre las redes del propio colapso.
Para alcanzar una segunda vuelta y vencer en el difuso ballotage.
Las ilusiones recobradas le aportan, a la caída, el dramatismo superior que legitima, después de todo, la epopeya.
2. No ser y en simultáneo serlo
Señalada como chorra. Sentada en el banco judicial del lunes. En silencio.
Con 148 procesamientos, 75 pedidos de desafuero.
Con media sociedad que la tiene como depositaria de las peores maldiciones.
Y jefa -por si no bastara- de la inescrupulosa pandilla de delincuentes que «se había robado un PBI.
Sin consultarlo con Carlos Zannini, El Cenador, ni con el fiel Parrilli, El Incomparable Godfrey, ni siquiera con Máximo, En el Nombre del Hijo, La Doctora decidía acompañar, como postulante a vice, al amigo recuperado.
Con quien se había reconciliado después de 11 años de distanciamiento.
Años en los que Alberto, precisamente, supo cuestionar con relativa elegancia su deficiente gestión.
Con críticas feroces que, en efecto, lo fortalecían. Ante ella.
Aquellas críticas lo consolidaban para ser el elegido. Artilugio que podría demandar, a la larga, un litigio estructural en su fuerza política.
El Frepasito Tardío de Unidad Ciudadana, ya transformado en el Frente de Todos.
No obstante, en el país sin alternativas a nadie le importa, en el fondo, el largo plazo. Funciona a puro presente.
El dilema nunca tiene nada que ver con el futuro.
Primero hay que ganar las elecciones. Después veremos.
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